top of page

Tecnologia para la Belleza: ¿Promesas o Realidad?

La verdad sobre la tecnología facial casera es que no es ni completamente un engaño ni una solución milagrosa. Su efectividad depende mucho del tipo de dispositivo, la consistencia de su uso y tus expectativas.

En resumen, son herramientas que pueden ser efectivas para complementar tu rutina de cuidado de la piel, pero no van a reemplazar los resultados de tratamientos profesionales.

Lo que funciona y lo que no
Para que lo veas más claro, aquí te explico los tipos de tecnología facial más populares:

1. Microcorrientes (Microcurrent)

¿Qué es? Estos dispositivos emiten una corriente eléctrica de baja intensidad que estimula los músculos faciales. Es como un "gimnasio" para tu cara.

¿Es efectivo? Sí, en cierto grado. Pueden proporcionar un efecto de lifting y tonificación temporal. Con el uso regular, ayudan a definir los contornos de la mandíbula y a levantar las cejas. Los resultados son visibles, pero no permanentes; si dejas de usarlos, el efecto desaparece.

2. Terapia de Luz LED

¿Qué es? Son máscaras o varitas que emiten diferentes longitudes de onda de luz para tratar problemas específicos de la piel.

¿Es efectivo? Sí, esta tecnología está respaldada por la ciencia. La luz roja ayuda a estimular el colágeno y reducir arrugas. La luz azul es eficaz para matar las bacterias que causan el acné. La clave aquí es la potencia y la consistencia: los dispositivos caseros son menos potentes que los profesionales, así que necesitas ser muy constante para ver resultados.

3. Radiofrecuencia (RF)

¿Qué es? Estos aparatos calientan las capas más profundas de la piel para estimular la producción de colágeno y elastina.

¿Es efectivo? Sí, puede serlo. Ayudan a tensar la piel y a mejorar la flacidez. Son más potentes que las microcorrientes, pero su uso requiere cuidado para no quemar la piel. Es una tecnología seria que requiere que la marca sea de confianza.

¿Son una "tomadura de pelo"?
No, no lo son si sabes lo que compras y tienes expectativas realistas. Sin embargo, pueden sentirse como una estafa si esperas los mismos resultados que una cirugía o un tratamiento de clínica profesional, no se trata de "perder dinero", sino de entender qué tipo de inversión estás haciendo y qué resultados esperas. La elección entre hacerlo en casa o ir a una clínica depende de tus objetivos, tu presupuesto y tu paciencia.

Lo bueno: Mejoran la apariencia de la piel, potencian tu rutina, y te permiten cuidar tu rostro desde casa.

Lo malo: Requieren mucha constancia, los resultados son progresivos y no espectaculares, y hay imitaciones baratas que no hacen nada.

Inversión en casa: El camino de la constancia
Cuando compras un dispositivo facial casero (microcorrientes, LED, etc.), estás invirtiendo en mantenimiento y mejoras graduales.

Costo: La inversión inicial puede ser alta (desde 100 hasta 500 euros o más), pero es un pago único. A largo plazo, se vuelve muy económico por uso.

Resultados: Son menos potentes que los dispositivos profesionales. Verás mejoras progresivas, como una piel más tersa o un tono más uniforme, pero solo si eres muy constante (varias veces a la semana durante meses).

Comodidad: La mayor ventaja es que puedes hacerlo a tu propio ritmo y en la comodidad de tu hogar. No hay citas ni desplazamientos.

Seguridad: Son dispositivos diseñados para ser seguros para el uso de un principiante. El riesgo de efectos adversos es bajo.

Inversión en clínica: El camino de la potencia
Cuando acudes a una clínica, estás pagando por la potencia, la experiencia y los resultados rápidos.

Costo: El precio por sesión es mucho más elevado (cientos de euros por tratamiento). La inversión total puede ser considerable si necesitas múltiples sesiones.

Resultados: Los dispositivos profesionales tienen una potencia significativamente mayor y, por lo tanto, los resultados son más rápidos, visibles y duraderos. Un solo tratamiento puede lograr lo que un dispositivo casero tardaría meses en conseguir.

Comodidad: Requiere programar citas, desplazarte y adaptarte a los horarios de la clínica.

Seguridad y experiencia: Un especialista (dermatólogo o esteticista) evalúa tu piel y personaliza el tratamiento, lo que aumenta la seguridad y la efectividad.

Conclusión: ¿Cuál es la mejor opción para ti?
Elige el tratamiento en casa si...

1.-Buscas mantener los resultados de tratamientos previos o mejorar tu rutina diaria.
2.-Tienes preocupaciones leves a moderadas (líneas de expresión finas, pérdida de luminosidad).
3.-Valoras la comodidad y eres una persona muy constante.

Invierte en la clínica si...

1.-Quieres resultados rápidos y espectaculares para problemas más profundos (flacidez marcada, arrugas profundas, acné severo).
2.-Prefieres la seguridad de estar en manos de un experto.
3.-Tienes un evento importante o buscas una transformación más radical.

En definitiva, no es una elección de "perder dinero", sino de elegir la herramienta adecuada para tus necesidades.bMi consejo es investigar la tecnología y la marca antes de comprar, leer reseñas y entender para qué sirve exactamente el dispositivo que te interesa. El dispositivo casero es para el mantenimiento a largo plazo, mientras que la clínica es para obtener resultados de alto impacto.

Mi rutina nocturna: entre la ciencia, el horror y el rock and roll

De domingo a jueves, cuando el resto del mundo se mete en la cama o se pierde en TikTok, yo me armo con mi doble limpieza y mi determinación. Me miro al espejo y me digo: "Hoy toca guerra molecular."Primero, el retinol. Ya sé que hay mil opiniones, advertencias y gente diciendo “¡eso no es para todo el mundo!”. Pero mira, yo lo probé. Pensé: “¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Una cara que parezca pelando como un lagarto en mudanza?” Pues no. Me fue bien. A mí. Porque soy especial... o simplemente dura de piel.***Añado una ampolla de colageno una vez a la semana con el retinol. Luego, llega mi momento favorito: el rodillo facial. Me lo paso por la cara como si estuviera pintando una obra de arte triste, en todas direcciones, cuello incluido. Y cuando ya me creo una experta en drenaje linfático ninja... ¡ZAS!: le doy al electroshock.Sí, sí, le llamo así porque ¿cómo si no describo esa máquina diabólica que me pega calambrazos en la cara? Al principio pensé que me iba a freír el sistema nervioso. Con cada espasmo sentía que estaba bailando el “baile de San Vito”, edición beauty. “¿Esto es skincare o estoy haciendo audición para Stranger Things?”Pero no. Sobreviví. Y ahora aguanto hasta el nivel 6 (de 12, aún me respeto). El truco está en no usar algodones húmedos, algo que lei por ahi, que no sé si son conductores de belleza o cómplices de tortura facial. Lo use unos minutos… o menos, me empiezo a temblar un párpado de forma sospechosa y los empastes castañeaban, asi que sin mojarlo a no ser que quieras que la boca se te quede ladeada y te salten los empastes.¿Y qué sigue después de electrocutarme con amor? Pues la máscara LED, por supuesto. Me la pongo como si fuera a asaltar un banco futurista. Dos secuencias con luz roja y una con luz verde. No sé si me está curando las arrugas o me está contactando con alienígenas, pero yo cumploFinalmente, remato con crema hidratante, que ya llega como el héroe al final de una batalla: “Tranquila, ya pasó todo.”Y los viernes y sábados descanso... aunque para mí “descansar” significa hacerme un peeling y ponerme una mascarilla que me deja la cara como si hubiera salido de una peli coreana. Porque si no sufro, no hay glow. ¡Eso es así!

Para el valiente conejillo de indias: El 'Beauty Hack' que Pudo Haber Terminado Mal
Mi Experimento en Primera Persona

Experimento 1 : Mi romance con las agujas (tranqui, no es lo que parece)

Se llama microneedling… suena a tortura medieval, pero juro que no es tan dramático como parece. No me estoy apuntando a ningún ritual de iniciación ni estoy tratando de comunicarme con alienígenas por señales en la piel. Son simplemente micropunciones —sí, AGUJAS— que activan los procesos naturales de regeneración. Algo así como darle un empujoncito a tu piel para que se despierte y diga: “¡Ey, toca producir colágeno, amiga!”

Yo uso las agujitas de 1,0 mm porque si vamos a pinchar, que se note. Después de un mes, puedo decir que noto la piel un poco más tensa. No como si me hubieran estirado la cara con Photoshop, pero al menos ya no parezco una pasa en fase avanzada. Las arrugas finas se han difuminado, y aunque todavía no me han confundido con una modelo de Instagram, tampoco me han pedido el número del cirujano… así que algo está funcionando.

Obviamente no estoy esperando milagros nivel “Lourdes” ni pienso que sea posible evitar el quirófano con esto (aunque ojalá). Pero me estoy dando seis meses de prueba, rollo experimento científico, con foto del “antes” incluida. Y si en seis meses parezco mi versión de 2010, lo cuento. Y si no, también, pero probablemente con una copa de vino en la mano y mucha risa.

Moral de la historia: a veces hay que pincharse un poco para sentirse mejor... ¡pero con humor, siempre!

#PinchadaPeroFeliz #ColágenoPower

Experimento 2: La máquina facial que me da descargas (y no, no es Tinder)

Bueno, seguimos con la saga “Cosas que le hago a mi cara con fe y una foto del antes por si acaso”. Esta vez me lancé con una cosa llamada face slimming machine. Suena a que enciendes el aparato y mágicamente te esculpe los pómulos de las guapas que no se hacen "nada" pero ya ni se parecen a ellas, ¿no? Pues ni se acerca… pero con descargas.

La teoría dice que este aparatito usa microcorrientes, vibraciones y lucecitas LED para reafirmar, activar la microcirculación y borrar la papada como si fuera una mancha del espejo. Yo llevo un mes usándolo religiosamente (léase: sentada en el sofá, viendo series y con esto en la cara como si fuera un ritual mágico).

¿Resultados? Algo he notado, no te voy a mentir. La piel está un poco más firme y la papada parece menos ofendida con la gravedad. Eso sí, donde el aparatito mete descarga, nada de humedecer ni un algodón húmedo ya sin mojarlo te pega unos viajes que te dejan pensando en tus decisiones de vida. Tipo: “¿Por qué no me compré una licuadora como la gente normal?”

Pero oye, en nombre de la belleza, aquí estoy, con mis sesiones de electroshock facial casero y mi foto del antes lista para el “después glorioso” (crucen dedos). ¿Milagros? No. ¿Diversión con un toque masoquista? Absolutamente. Le voy a dar 6 meses, porque lo prometido es deuda y el colágeno no se regenera por mirar memes.

Así que nada, seguimos informando desde la trinchera estética, donde me electrocuto la cara por hobby y encima pago por ello.

#PapadaPaFuera #MicrocorrientesYFe #ColágenoConToques

Experimento 3: Me puse una máscara de LED y no es por el carnaval

Vale, esto lo empecé antes que las agujas y las microdescargas, pero es que lo necesitaba: un momento spa alienígena en casa. Estoy hablando de la máscara LED facial y de cuello, esa joya estética que parece diseñada por Darth Vader en su etapa wellness.

La teoría es que tiene hasta siete colores de lucecitas (casi como una discoteca cutre, pero sin reguetón), y cada color estimula algo distinto en tu piel: rejuvenecimiento, manchas, acné, estrés existencial... Bueno, lo de la existencia no lo dice el prospecto, pero por si acaso, yo me pongo la luz verde y me concentro.

Después del microneedling, me la pongo y oye… calma da. Como un “shhh” de tu abuela pero con LEDs. Y lo más loco: después de un mes, juro por mi colágeno en rehabilitación que he notado las manchas un poco más claras. No estoy diciendo que haya vuelto a tener cara de 2008, pero sí que paso menos tiempo buscando el ángulo bueno en las fotos. Algo es algo.

Eso sí, con la cara puesta dentro de esa cosa iluminada, parezco entre robot futurista, psicópata de película B y lámpara de IKEA en oferta. Pero como no me ve nadie (si tuviera un gato no me respetaria), pues me dejo iluminar el alma cutánea con dignidad.

Le voy a dar seis meses también, porque ya estoy comprometida con esta trilogía estética como si fuera El Señor de los Poros. Próxima parada: el Óscar a mejor actriz secundaria en drama facial.

#GlowDeOtroPlaneta #LEDPeroConFe #MascarillaYSilencio

EXPERIMENTO 4: Crioterapia casera – o cómo terminé restregándome un cubito por la cara con dignidad cero

A estas alturas, mi piel ya no se asusta de nada. Le he clavado agujas, la he electrocutado como si estuviera en un videoclip de Daft Punk y me he iluminado con luces LED como si fuera la pista de baile de un crucero. Así que dije: ¿qué puede ir mal si ahora me congelo la cara?

Bienvenidos a la crioterapia casera, también conocida como “¿por qué estoy frotándome hielo por la mandíbula mientras intento no llorar del frío?”.

La teoría es bonita: el frío activa la circulación, desinflama, cierra poros y reafirma. En la práctica: es un cubito de hielo metido en una servilleta de cocina con la elegancia de una resaca. Me lo paso por la cara cada mañana como si fuera una especie de ritual vikingo, esperando que al final me quede piel de porcelana y no cara de rodilla congelada.

Y sí, algo hace. Te despierta más que tres cafés y te deja un tonito buena cara de “no dormí ocho horas, pero casi lo parece”. Además, me siento una mezcla entre influencer nórdica minimalista y señora que se niega a comprar cremas de más de 12 euros.

¿Lo mejor? Cero enchufes. Cero gastos. Solo tú, tu cubito, y el espejo mirándote con pena. Le voy a dar también seis meses porque ya estamos aquí y la dignidad hace rato que se quedó en el fondo del congelador.

#FrozenPeroFresca #CubitoPower #CrioterapiaYFe

Add a Title

Add a Title

Describe your image

Add a Title

Add a Title

Describe your image

Add a Title

Add a Title

Describe your image

Add a Title

Add a Title

Describe your image

Add a Title

Add a Title

Describe your image

bottom of page