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CHARLAS SIN FILTRO
Vitaminas: esas pequeñas divas que deciden si brillas o te apagas
Las vitaminas son como ese grupo de amigas intensas: no necesitan mucho para hacerse notar, pero sin ellas tu vida sería un caos. Algunas se llevan bien con la grasa (las liposolubles), otras prefieren el agua (hidrosolubles). Lo que está claro es que, si no las invitas a tu dieta, luego no te quejes de que estás sin energía, con la piel apagada o viendo menos que un topo con gafas de sol.
Las liposolubles: las que adoran la grasa (A, D, E y K)
Vitamina A
La culpable de que veas en la oscuridad y no tropieces con la mesa de noche. Además, te da piel y defensas decentes.
Dónde encontrarla: hígado, lácteos, huevos, zanahorias, calabaza… básicamente lo que tu abuela ya sabía.
Sin ella: te espera la ceguera nocturna y esa piel que ni con tres cremas milagrosas levantas.
Vitamina D
La “vitamina del sol”. Sirve para que tus huesos no se doblen como plastilina.
Dónde encontrarla: pescado azul, yema de huevo, lácteos fortificados y, claro, el sol (ese al que a veces evitamos con SPF 50).
Sin ella: raquitismo en niños, huesos blanditos en adultos.
Vitamina E
La influencer del grupo: antioxidante, cuida tu piel y presume de proteger células.
Dónde encontrarla: frutos secos, aceites vegetales, brócoli, espinacas.
Sin ella: flojera muscular y vista borrosa.
Vitamina K
La abogada de la coagulación: sin ella, una herida mínima y parecerás de película gore.
Dónde encontrarla: hojas verdes, aceites y lácteos.
Sin ella: sangrados que no paran.
Las hidrosolubles: las que necesitan agua (C y complejo B)
Vitamina C
La reina del sistema inmune y la producción de colágeno (hola piel jugosa).
Dónde encontrarla: cítricos, kiwi, fresas, pimientos, brócoli.
Sin ella: escorbuto, sangrado de encías y vibe pirata del siglo XVII.
Complejo B: el combo energético
Aquí viene el batallón que te da energía, glóbulos rojos y buen humor (más o menos).
B1 (Tiamina): convierte carbohidratos en energía. Sin ella: beriberi, y no es broma.
B2 (Riboflavina): cuida la piel y la vista. Sin ella: grietas en la boca y ojos llorosos.
B3 (Niacina): metabolismo al día. Sin ella: pelagra (piel mal, tripa peor y cabeza en otro planeta).
B5 (Ácido pantoténico): síntesis de hormonas. Está en casi todo.
B6 (Piridoxina): crea glóbulos rojos. Sin ella: anemia y mal humor.
B7 (Biotina): uñas y pelo felices.
B9 (Ácido fólico): ADN y embarazo sin sustos. Sin él: anemia y bebés con problemas de desarrollo.
B12 (Cobalamina): nervios y sangre funcionando. Sin ella: anemia megaloblástica y daños neurológicos.
Cosas que no sabías (y deberías)
Tu cuerpo produce un poquito de D (sol) y K (intestino), pero no es suficiente.
Los suplementos no son caramelos: exceso de liposolubles = tóxicos.
Vegetarianos y veganos, ojo: la B12 no está en las plantas, toca suplementar.
Las vitaminas odian el calor: al cocinarlas demasiado, se esfuman como exnovio después de la primera cita.
En resumen
Las vitaminas no son opcionales: son las que deciden si tienes energía, piel luminosa y huesos fuertes… o si vas a estar cansada, con las encías sangrando y el humor por los suelos. Así que mejor dales su espacio en tu plato: color, variedad y un poquito de cabeza. Y si te tientan los suplementos, que sea con receta, no con intuición de influencer de Instagram.
Vitaminas: los mini superhéroes que te toman el pelo
Vitamina D:
Ah, la infame vitamina D. La tengo en nómina desde los 40, cobrando su cápsula cada 15 días como si me hiciera un favor. Pero nada, tú le haces una analítica y ella ni aparece. Se ve que mi cuerpo la recibe como cuando llega ese familiar pesado a la puerta: “¡Uy, justo iba saliendo!”. Me han dicho que “la rechazo”... ¿yo? ¡Si hasta le pongo sol por la mañana o al atardecer, con mimo, como quien alimenta a un gato arisco!
Y por si fuera poco, tengo alergia al sol y yo viviendo en España. Sí, sí, la ironía máxima: me falta vitamina D y me pica la vida si me da el sol.
Cuerpo: 1 – Lógica: 0.
Vitamina B12:
De esta no tengo ni idea. Nadie me ha dicho nada nunca, así que supongo que mis niveles están bien. No me he olvidado aún de ponerme los zapatos antes de salir, ni he guardado el mando en la nevera. Así que, por ahora, B12: aprobada sin examen.
Calcio y fósforo:
Desde que se me fue el periodo (gracias, menopausia, por tanto), me mandaron calcio. Así que entre las pastillas, el tofu, la soja y las almendras, podría construir un hueso nuevo en casa si me lo propusiera. Y el queso… oh, el queso… ese sí que es medicina para el alma. No sé si me sube el calcio, pero me sube el ánimo, que es casi mejor y con una copa de vino tinto ya ni te cuento...
Zinc:
¿Zinc? Ni idea. Debo estar bien porque nadie me ha llamado para decirme que me falta. Si no está roto, no lo toco.
Hierro:
Aquí viene el drama. El hierro y yo tenemos una relación tóxica. Lo pierdo constantemente, como si dejara tornillos por el camino. Pero ni hablar de comer hígado. ¿Estamos locos? ¡Antes me pinto de rojo! Así que cuando la cosa va mal, me tocan las famosas ampollas. Ese chute que te da el subidón y luego te deja el estómago como una fiesta de feria y el trasero ardiendo. Pero bueno, todo sea por no desmayarme al subir las escaleras.
Conclusión:
Mi cuerpo es como un grupo de WhatsApp de vitaminas: unas responden, otras se salen solas, y algunas ni leen. Pero aquí seguimos, con cápsulas, sol de puntillas, tofu por doquier y la certeza de que al menos no me falta el sentido del humor