top of page

Antioxidantes: los héroes invisibles de tu cuerpo

Por qué los necesitamos y cómo conseguirlos sin complicarnos la vida
Los antioxidantes son como los guardianes silenciosos de nuestro cuerpo: combaten a los radicales libres que nos desgastan desde adentro. Comerlos no es solo para la salud, también es para sentirnos más vitales y llenos de energía. Vamos a ver qué son, dónde encontrarlos y cómo hacer que formen parte de tu día a día sin dramas.

¿Por qué necesitamos antioxidantes?
Cada día estamos expuestos a factores que generan radicales libres: contaminación, radiación solar, estrés, comida ultraprocesada… y sí, incluso algunos ejercicios muy intensos. Los antioxidantes actúan neutralizando estos radicales y evitando que dañen nuestras células, piel y órganos.

Qué son los antioxidantes
Los antioxidantes son moléculas que protegen nuestras células del daño causado por los radicales libres, sustancias que se generan al respirar, comer o incluso al exponernos al sol y al estrés. Sin ellos, nuestras células se deterioran más rápido, lo que se refleja en envejecimiento prematuro y enfermedades.

Principales antioxidantes y dónde encontrarlos

•-Vitamina C: cítricos, kiwi, fresas, pimientos.

•-Vitamina E: frutos secos, semillas, aceite de oliva.

•-Betacarotenos (precursor de la vitamina A): zanahoria, calabaza, batata.

•-Selenio: pescado, mariscos, nueces de Brasil.

•-Polifenoles: té verde, cacao, uvas, bayas.

Beneficios de consumir antioxidantes

•-Protegen la piel del envejecimiento prematuro.

•-Mejoran la salud cardiovascular.

•-Refuerzan el sistema inmunológico.

•-Ayudan a combatir la inflamación y el estrés oxidativo.

Cómo incluirlos en tu día a día

•-Desayuno: fruta fresca + un puñado de nueces.

•-Comida: verduras de colores variados y aceite de oliva.

•-Merienda: té verde o un poco de chocolate negro.

•-Cena: pescado, legumbres y verduras al vapor.

Cierre reflexivo:
No hace falta complicarse: los antioxidantes están en alimentos cotidianos, solo hay que darles protagonismo en nuestra dieta. Comerlos es cuidar de uno mismo de manera sencilla, silenciosa y efectiva. Un pequeño cambio diario puede marcar una gran diferencia a largo plazo.
Los antioxidantes no son magia, pero son un aliado diario que ayuda a tu cuerpo a mantenerse más fuerte y tu piel más radiante. Comer de forma colorida y variada no solo alimenta el cuerpo: ¡es un pequeño lujo que te haces todos los días!

Oxidarse es gratis… pero yo elegí la ruina antioxidante

Yo antes pensaba que oxidarse era cosa de metales viejos y tuberías abandonadas. Pero no. Un día leí en una revista que yo también me estaba oxidando. Y no porque me hubiera dado por la escultura de hierro, sino porque, aparentemente, en mi interior se estaba librando una batalla de “radicales libres” contra “antioxidantes”. Una guerra microscópica donde yo no era la generala… sino el campo de batalla.
Claro, me preocupé. No por mi salud, sino por mi dignidad estética. Que una manzana se ponga marrón es normal… pero ¿y una mejilla? Así que me lancé a ello súper decidida a convertirme en la mujer más antioxidada de la comarca.
Y ahí empezó el drama.
Me encontré con arándanos a precio de joyería fina. Frambuesas que venían en una cajita tan pequeña que pensé que era muestra gratuita. Aguacates que costaban como si hubieran sido bendecidos por monjes tibetanos.
Me vi calculando: “Si como esto a diario, me sale más barato contratar un cirujano plástico de por vida”.
Pero claro, las redes sociales no ayudan. En Instagram todas las influencers desayunan un bol de smoothie bowl con frutas de colores, semillas que parecen sacadas de un herbario vikingo y hojas verdes estratégicamente colocadas. Yo lo intenté. Puse mi bol de avena con tres fresas encima… y parecía la foto de un piso en alquiler antes de la reforma.
Lo peor es que los antioxidantes no son eternos. Los compras, te gastas medio sueldo, y si te despistas un par de días, la fruta decide “morir joven y dejar un cadáver bonito”… lleno de moho.
Ahí estás tú, comiéndote un plátano negro mientras piensas: “Esto ya no es antioxidante, esto es post-apocalíptico”.
Por eso, últimamente estoy reflexionando: ¿vale la pena dejarme el sueldo en frutas milagrosas? Porque, seamos sinceros, por mucho que me antioxyde, un día me voy a morir igual. Eso sí, con los intestinos impecables, la piel radiante… y una cuenta bancaria más seca que una pasa (otra fruta antioxidante, por cierto, pero baratita).
Niveles de oxidación
 (versión de andar por casa)
Nivel 0 – Freca como una lechuga:
Comiste bayas, kiwi, y te hiciste un batido verde. Brillas como un anuncio de spa.
Nivel 1 – Plátano maduro:
Dejaste pasar un par de días sin fruta. No pasa nada… pero ya te miras al espejo con sospecha.
Nivel 2 – Manzana olvidada en la mochila:
Han pasado semanas. Empiezas a sentir que tu piel pide auxilio.
Nivel 3 – Valla oxidada de jardín:
Solo comes pan y café. Los antioxidantes te abandonaron y ahora te guiñan desde el Instagram de una influencer.
Nivel final – Pasita gourmet:
No queda juventud, pero sí mucho carácter. Te ríes de todo porque, total, oxidarse siempre fue gratis.
Moraleja: seguiré comprando antioxidantes, pero con moderación. Que sí, que quiero vivir más y mejor… pero tampoco quiero que mi epitafio diga: “Aquí yace. Murió joven… de hipoteca frutal"

bottom of page